lunes, 3 de mayo de 2010

Qué era.

Estaba yo misma dentro de aquellas tardes de sol poniente. Que hablo de recuerdos que me han conformado, que me alimentan y oxigenan hasta esta misma tarde, cuando he aceptado un poco la pérdida -una vez más, y es cierto que me canso de decir adiós, y me falta el hola a las personas de verdad, que lo único que llegan últimamente a mis costas son superficialidades humanas que subsisten al hilo de una sonrisa absurda, una copa y una tarjeta de crédito. Pero dónde, dónde, dónde están estas personas que estoy perdiendo y que se supone que debían de tener un doble, un ente inspirado en el halo que dejaron y que llegara a compensar de alguna manera su salida con la entrada de estas nuevas. No compensa la pérdida para nada, no es beneficiosa la renovación, no quiero seguir viviendo el descuartizar de mí misma, si es cierto que ellos eran yo y yo soy ellos, que sin la reciprocidad perderemos autenticidad pues solamente la suma de cada uno de nosotros nos llevaba a ser nosotros mismos. Entonces, no puedo evitar sentirme egoísta al escaparme, al romper con nuestra norma, aunque yo no sea la única pata de la que cojea esta mesa, amigos.
Qué nos ha pasado, a todos. Qué nos pasa. Solamente quien se ha mantenido erguido en este viaje en barco sabrá de quién estoy hablando, y los demás, los que decidieron saltar y volver a la orilla nadando, solamente miran hacia atrás con compasión, con ese mirar del recuerdo, como un globo ocular pasajero que solamente vestimos cuando tenemos que mirar con pena, que es cuando las pestañas se reblandecen y las comisuras de los párpados gritan, se estiran.
Que hablo de la despedida de tantas y tantas mañanas, tarde y noches, de la despedida brusca del pasado a manos de todos y por culpa de nadie. Ni las constructoras de sueños, ni las tablas de salvamento, ni las píldoras de la felicidad, ni los amors efímeros ni las complicidades. Todo queda atrás, sin ser reemplazado, solamente con un leve medicamento placebo que no trata de esto, que funciona en otro sistema.
Perdiéndome a mí misma, espero que hasta el momento haya podido absorber y aprender de todo lo suficiente como para levantarme cada mañana y seguir reconociéndome en el espejo.
Qué era aquello que nos mantenía.