miércoles, 16 de junio de 2010

Eran las horas de pensar en ti.


Parece como si hubiera mordido el tiempo cuando nos dimos la espalda la última vez y desaparecimos. Lo mordí, lo tragué, y ahora me ocupa las entrañas, quiero decir, me hace los segundos pesados y eternos. Es una sensación de inexistencia, de limbo espaciotemporal, una puerta en una quinta dimensión -la cuarta ya estaba ocupada por nuestro sexo- que me hace sentir etérea, amaterial, sin consecución real de los segundos a los segundos mismo. El tiempo parado, el cosmos detenido, un silencio sostenido indefinidamente, que no se rompe; la piel se quema, se gasta, envejece. Yo misma me siento morir un poco, dejar caer la vida entre el hueco de las rodillas y el peso aplastante de la nada.
Haber tragado nada, eso es. Descomposición del estómago, apertura del tórax, subdivisión de mí misma en átomos volátiles dentro de esa atmósfera sostenida, infinita, inconcluente. Indeterminación existencial, incertidumbre del cuerpo, desconcierto del pecho, ilocalizable en sí mismo.
Inmersión en la cinética de la rutina, que me arrastra, me lastra, me ocupa, no me permite expresarme como realmente soy, una indeterminación, una coordenada imaginaria en el universo, inmóvil, expectante, ojerosa.

domingo, 13 de junio de 2010

4.


Definitivamente, creo que sería completamente incapaz de besar a alguien que no supiera volar. Con las manos, la mente, las alas, los sueños. Alguien que no supiera hacer el amor sino volando.
Incapaz.

Oliverio Girondo


No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Esta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba de comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! !María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

viernes, 11 de junio de 2010

Arte y relaciones.

Siempre me ha atraído la complejidad psicológica de las personas. Quienes tienen una cara, pero tres mil ojos a los que mirarle, cuatro mil gestos que aprender, cinco mil matices en la voz, que cada día los hace diferentes y te obliga a reinventar tu estudio sobre esa persona. Aprender, cada segundo un poco, de cómo le gusta sentarse con las piernas cruzadas los lunes, cómo colocarse el sombrero los martes -diferente a cómo lo hace el miércoles-, pero sin caer en la rutina, haciendo de cada semana algo original. Cómo pestañea a las 12 del mediodía el miércoles, diferente del pestañeo de las 11:59, cómo sonríe cuando le saludas y cómo cuando te despides. Lo apasionante de todo esto no es la complejidad pura dentro de un individuo, sino la complejidad mía reflejada en él: ver cómo reacciona ante mis respuestas, cómo responde a mis preguntas y lo cómodo que se siente según el tono de voz que utilice al pedir dos cervezas.
Porque ya no se producen solamente reacciones psico-químicas dentro de él, sino que mis elementos también reaccionan sobre los suyos, creando un paraíso de luz y color completamente arbitrario, indescifrable, efímero, en cada uno de los segundos de mi trato con dicha persona. Un Kandinsky en nuestra atmósfera.

Problemas de geografía personal.

Nunca sé despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.

Nunca se despedirme de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.

Nunca
sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.

Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.

(Luis García Montero).

domingo, 6 de junio de 2010

Escáner.

Yo reconocí la bondad en sus ojos. La manera de no mirarla - porque también hay modos de mirar sin mirar, esa postura en la que conscientemente evitas clavar tu atención, pero que en el cuaderno de bitácora de las emociones sigue contando como un gesto no-realizado, con intención -. Que la luz de su rostro era diferente a la de los demás, un caos absorbente que de repente se ralentizaba cuando te cruzabas al frente con ese gesto que no pertenece a este mundo. La misma manera de no tratarla, de quererla sin quererla, de sonreir al aire a sabiendas que el aire no pertenece más que a ella. Cada acción, negado a la verdad pero inevitablemente abocado en ella.
Como posar para una cámara fotográfica pretendiendo no estarlo, lo natural, pero esta vez registrando la existencia en un amor que duele, que rompe, que destruye.
Sería él mismo así, incapaz de dejarse llevar por lo superfluo, incapaz de mantenerse impasible, -humano, demasiado humano, como diría Nietzsche-. Por eso no le niego el derecho al odio, al enfado, al reproche, siendo un ser tan sumamente visceral, que cuando ama, ama como un loco, porque amar como un cuerdo es como no haber amado nunca, y eso él bien lo sabía.

sábado, 5 de junio de 2010

Turbulencias psicoemotivas.

Me siento extraña.
Creo que el problema surge cuando ya no sé de quién trata esta vez, dónde surge la incertidumbre, quién de nosotros ha abierto el desagüe.
Me canso, me canso, me canso.. de todo lo innecesario, lo trivial entre nosotros, esos puros trámites que cualquier otro hubiera considerado imprescindible, pero que a mí me duelen, me pesan, me resquebrajan. Me canso de lo que existe solo para llenar los silencios, de lo que iniciamos para intuirnos los límites el uno al otro, para sentirnos reconfortados cuando el miedo aflora en el otro (hablo de esa sensación de saberte querido, protegido). Una batalla coreografiada que el día que de verdad golpea en la cara, ese día te atemorizas ante tu propio monstruo creado.
Aún no consigo encontrarme en todo esto, más aún cuando nosotros mismos nos contradecimos con un camino que esperamos que el otro haga pero que el uno no está dispuesto a iniciar. Se supone que cada paso comienza con la confianza de una respuesta, enfocado todo hacia un progreso, un futuro, un autoencuentro en todo esto. Hacerlo cotidiano, real, de alguna manera, a ojos de los demás., a quienes no debemos nada sino un muestrario al que atenerse y sobre el que formular hipótesis a las que atarnos, atarme, atarte, y guardar el orden y el control.

Entonces, en todo lo nuestro, ¿dónde queda lo puro?, pues si aceptas que tu vida no te pertenece, y yo quiero vivirla contigo.. ¿implicaría eso ceder mi vida también a los demás?.
Camino sobre la cuerda floja evitando esa situación, pero necesito del uso de la lógica y la empatía dentro de este amor. Que no pierdas de vista lo que quieres que seamos por lo que realmente somos cada uno, de dónde partimos, qué necesitamos.. y hasta dónde podemos jugar sin perdernos en el camino.