miércoles, 9 de marzo de 2011

Nikkie.

Espero que nunca leas esto, y al mismo tiempo espero que lo hagas. Te echo de menos y, la verdad, se me escapa un poco de las manos el crack que supusimos ambas.
Me gusta ser sincera, si se me da la oportunidad, claro. Y para qué engañarte, te noto donde no estás.
Supongo que este podría ser un buen momento para decirte todo aquello que nunca sabrás. Que desde luego yo me dejé jugar en aquel juego, en el que, en realidad, todos estábamos atados de pies y manos. Que ver las cosas desde fuera me hacen parecer un monstruo - que lo soy -, pero desde cerca los monstruos también lloran. No, no es una excusa sino la parte del tablero que te falta, que no llegaste a ver. Y que para esta torpe de las relaciones sociales en general y en particular, darme cuenta de todo lo que cayó al suelo cuando tiramos de la cuerda era hacer malabares con una existencia que no me daba para más. De haber vivido más vidas, estoy segura de que me hubiera parado y habría mirado hacia atrás. Pero en este frenesí que son las respiraciones no hay tiempos para stops&rewinds. .
Simplemente era un momento de tomar la autovía y no poder bajar de 130, de sentir que si no pisaba el acelerador no conseguiría arrancar de su letargo a esta mortandad rosa y amarilla, y volar. No podía, ni sabía, ni quería pisar el freno.

Y ahora que paro en la primera estación de servicio, es cuando hago recuento de todo lo que se me escapó en la huída por las ventanas de mis huesos, tan abiertos. Cuando consigo aprender a mirar con una perspectiva que me ha costado aprender, como me cuesta aprender todo en esta vida. Y comprendo que haberte dejado en una gasolinera y haber pisado el acelerador no fue la mejor opción, pero ya te he dicho, no sé hasta qué punto era yo la que conducía y, si lo hacía, no tenía (y creo que sigo sin tener) ni idea de cómo funcionan los frenos. Es esta manera de vivir desbocada y de frente que no consigo controlar. El caballo de Atila, a veces.

Quién sabe, N. Quizás algún día pueda mandarte aquella postal que quería mandarte y contarte el caos de mi vida para que te rías conmigo y volvamos a hacer planes para liarnos un poco más. Pero lo dudo tanto, espero que nunca llegues a leer esto.
De todas maneras, por si acaso, aquí te lo dejo.