miércoles, 16 de junio de 2010

Eran las horas de pensar en ti.


Parece como si hubiera mordido el tiempo cuando nos dimos la espalda la última vez y desaparecimos. Lo mordí, lo tragué, y ahora me ocupa las entrañas, quiero decir, me hace los segundos pesados y eternos. Es una sensación de inexistencia, de limbo espaciotemporal, una puerta en una quinta dimensión -la cuarta ya estaba ocupada por nuestro sexo- que me hace sentir etérea, amaterial, sin consecución real de los segundos a los segundos mismo. El tiempo parado, el cosmos detenido, un silencio sostenido indefinidamente, que no se rompe; la piel se quema, se gasta, envejece. Yo misma me siento morir un poco, dejar caer la vida entre el hueco de las rodillas y el peso aplastante de la nada.
Haber tragado nada, eso es. Descomposición del estómago, apertura del tórax, subdivisión de mí misma en átomos volátiles dentro de esa atmósfera sostenida, infinita, inconcluente. Indeterminación existencial, incertidumbre del cuerpo, desconcierto del pecho, ilocalizable en sí mismo.
Inmersión en la cinética de la rutina, que me arrastra, me lastra, me ocupa, no me permite expresarme como realmente soy, una indeterminación, una coordenada imaginaria en el universo, inmóvil, expectante, ojerosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joder Pato... experta en poner los pelos de punta!