domingo, 6 de junio de 2010

Escáner.

Yo reconocí la bondad en sus ojos. La manera de no mirarla - porque también hay modos de mirar sin mirar, esa postura en la que conscientemente evitas clavar tu atención, pero que en el cuaderno de bitácora de las emociones sigue contando como un gesto no-realizado, con intención -. Que la luz de su rostro era diferente a la de los demás, un caos absorbente que de repente se ralentizaba cuando te cruzabas al frente con ese gesto que no pertenece a este mundo. La misma manera de no tratarla, de quererla sin quererla, de sonreir al aire a sabiendas que el aire no pertenece más que a ella. Cada acción, negado a la verdad pero inevitablemente abocado en ella.
Como posar para una cámara fotográfica pretendiendo no estarlo, lo natural, pero esta vez registrando la existencia en un amor que duele, que rompe, que destruye.
Sería él mismo así, incapaz de dejarse llevar por lo superfluo, incapaz de mantenerse impasible, -humano, demasiado humano, como diría Nietzsche-. Por eso no le niego el derecho al odio, al enfado, al reproche, siendo un ser tan sumamente visceral, que cuando ama, ama como un loco, porque amar como un cuerdo es como no haber amado nunca, y eso él bien lo sabía.

1 comentario:

Alex Molinero dijo...

Qué razón, pequeña Ro.
Te animo a poner unos colores no estridentes en tu blog! Haha. Besitos, nos leemos.